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KOTEBEL: Atmósferas espaciales con sonidos progresivos y sinfónicos

Cuando se revisan las redes en cuanto a lo que hay en materia de rock progresivo, existe una tendencia a nombrar de forma indistinta éste como sinfónico y viceversa. Si bien es cierto que el rock se ha nutrido de diversos elementos para evolucionar, como otros estilos musicales, no es menos cierto que pareciera mimetizarse en las formas que le sirven de modelo. Es decir, al sustentarse de elementos sinfónicos, adquiere matices de éste.

Es por ello que, quién les reseña, vió oportuno escribir sobre ese aspecto, en una publicación reciente, dónde trato de explicar qué es rock sinfónico y qué rock progresivo. Les invito a que lo revisen, esperando que sea de su agrado, y de igual forma poder, quizás, aclarar esa “confusión” melódica (Somaza, 2021). 



Ahora bien, ¿por que razón inicie la reseña de hoy con ese punto?, pues la banda sobre la que hablaré en breve, su carácter es más sinfónico que progresivo, dado que su creador o fundador basó sus orígenes principalmente en la música de cámara. Hacia 1999 en Madrid-España, un pianista venido de Venezuela, con una fuerte formación clásica, de nombre Carlos Plaza, conjugó una serie de elementos en un proyecto, como él mismo lo ha señalado, a la que llamó KOTEBEL.

KOTEBEL Y SUS INICIOS

Con siete miembros, Plaza no dudó en amalgamar, de forma genial, las influencias de un tal Rachmaninoff, un enaltecedor de campanas, un tal Ravel creador de un famoso bolero, o un Debussy que vió un claro en la luna, un tal Chopin y sus Polonesas, que en su época eran consideradas, cañones escondidos en tulipanes. En fin, música clásica sin dejar de lado a sus influencias de rock progresivo, de un Steve Hackett (Genesis), de Giant Gentle o de King Crimson entre otras.

Así mismo, de un Jean – Luc Ponty, una pieza fundamental del jazz contemporáneo. En fin, esos diversos ingredientes le permitieron a Plaza,  edificar un verdadero proyecto tan sólido como el rock mismo. Así el mismo Plaza define su creación: “Kotebel no es un grupo. Es un proyecto basado en una estrategia a largo plazo: acercarse al rock progresivo desde la perspectiva de la música clásica, la convergencia entre ambos mundos será gradual” (Inesta, 2002). Y hasta hay publicaciones digitales, que han definido a la música de Kotebel “como Progresive Fusión dado a los aportes de un piano y el violín sintetizado (Melgar, 2019). La música de Kotebel ambienta mentalmente escenas propias de viajes fantásticos, mundos irreales, criaturas propias que el séptimo arte nos tiene acostumbrados, y eso es solo con cerrar los ojos y dejar que fluyan las notas, armónicos, acordes en solos y en mezclas magistrales.



PROPUESTA MUSICAL

La textura de sus temas es tan notoria, que cuesta decidir que pieza es mejor que otra. Aquí es justo recomendar la lectura de la entrevista realizada a Carlos Plaza por José Inesta en 2002, y ahondar más sobre su formación académica  y surgimiento de Kotebel.

Kotebel hasta el momento ha publicado los álbumes:

  • Structures, 1999
  • Mysticae Visiones, 2001
  • Fragments of light, 2003
  • Omphalos, 2006
  • Ouroboros, 2009
  • Concerto for piano and electric ensemble, 2012
  • Live at Prog-Résiste, 2016
  • Cosmology, 2017


El  último de nombre “Cosmology“, presenta los temas “Geocentric Universe”, “Mechanical Universe”, “Entangled Universe” y “Mishima´s Dream” que parecen corresponder a cuatro ideas diferentes de ver el infinito. Que en definitiva cada uno se comporta, de forma similar. Muy a lo que Stephen Hawking sostenía, “nuestro universo es mucho entre otros. Pero el número total de universos es finito. Y  los múltiples universos existentes son similares entre ellos” (Corbella, 2018). Este álbum logra la simbología del cosmos, gracias a dos elementos cruciales, una fuerte presencia de la flauta de manos de Omar Acosta  y  que las composiciones le pertenecen a Adriana Plaza, quien comparte con Carlos Plaza los teclados de la banda.  La invitación es a disfrutar de Kotebel y su propuesta de un rock progresivo espacial, tratando de entender que quizás, después de todo, no estamos solos.


VER TAMBIÉN: THE MUTE GODS


Por: Omar Somaza@sencillamentep