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30 AÑOS DEL GRUNGE (PARTE I)

El Grunge, fue una explosión de esas que se dan en lugares tan aislados y recónditos que se puede a llegar a dudar que haya pasado, como la paradoja de si un árbol cae en medio del bosque y nadie está cerca para oírlo ¿Igual suena?.



El Grunge es el génesis de un movimiento que fue más la mitificación de un pensamiento local que un género musical propiamente dicho. Ocurre mucho en las ciudades pequeñas cuando, estando a la sombra de las grandes urbes, lo que queda es ir a los conciertos o toques que haya sin importar el género de la banda porque en efecto es lo único que hay: Esta semana verás a la banda de Trash Metal y la siguiente a la de Anarco Punk, el siguiente mes tocará una de Death Metal y luego quedará pendiente algo más chill con los muchachos que tocan Reggae, y en efecto cada toque se planifica y queda patente como un acontecimiento infaltable donde el público serán los mismos que encontraste en los toques anteriores, eso incluye a miembros de otras bandas locales que ya escuchaste en vivo muchas otras veces.

Es hermoso el sentimiento de hermandad en las escenas de ciudades pequeñas. Se crea una armonía y un respeto tanto mutuo como hacia las bandas que acceden a ese pedestal de la veteranía. Eso era lo que ocurría en Seattle en plenos años 80, cuando el optimismo californiano de Ronald Reagan no parecía querer adaptarse a nada que no fuera el brillo de los reflectores.

Recordemos que los años 70s vieron el momento de mayor esplendor del Hard Rock de Led Zeppelin y otras grandes bandas que por más que fueran grandes acarreaban consigo un mensaje violento y machista que una generación de hijos de hogares rotos no podía aceptar fácilmente, la tasa de divorcio fue especialmente grande en ese década y los niños no sabían cómo reaccionar ante tal suceso que se veía como un tabú y que acarreaba consigo un ostracismo social que degeneraba en aislamiento y algo de resentimiento ante la negación de la estabilidad que se veía en otros hogares.

Se disfrutaba la música pero las letras hacían e podían relacionar con la violencia en casa y con los padres que se alejaba cada vez más y más. Para los 80s esa generación ya estaba algo crecida y definida, no iban a continuar el ciclo de sus padres, por desgracia la consecuencia de ese abandono fue el vicio como elemento aislante. Llámese alcohol o drogas fuertes, es igual.

La bipolaridad de Green River

En dicho escenario empezaron a surgir bandas que tomaron un poco de todo. El infame disco My War de Black Flag, que fue muy criticado por los seguidores de la banda, tuvo una acogida cálida en Seattle donde ya estaban acostumbrados a mezclar el punk con el heavy metal, las escenas que eran enemigas en otros lados allí convivían con naturalidad de leones y leopardos.



Aun así no debía ser fácil cuando tus gustos e incluso aspiraciones no iban de la mano con la de tus compañeros. Ese fue el caso de la prometedora banda Green River que se escindía en dos polos: Una parte que quería mantener de la esencia del rock alternativo representada por el vocalista Mark Arm y el guitarrista Steve Turner (el primero en dejar la banda) que luego de la separación formarían la icónica Mudhoney conocida por su irreverente Touch Me I’m Sick  y por el otro una parte que pensaba a lo grande con llenar estadios y pasar de la escena local a una más amplia representada por el guitarrista Stone Gossard y el bajista Jeff Ament.

Mudhoney entraría en el radar de la revista musical convertida en discográfica Sub Pop iniciando el ciclo que caracteriza el movimiento de bandas que surgían cada vez más motivadas por su propia energía y un mensaje que rechazaba el convencionalismo consumista sin sentido de la época Reagan. Pero los encargados de poner a Seattle en el mapa serían otros, la otra rama de Green River que se alió con un emblema ambulante, el primer santo de una ciudad destinada a ser la Jerusalén de la música unos cuantos años más tarde: El popular vocalista de Malfunkshun Andrew Wood.

El Grunge y el hombre de las palabras de oro

Mother Love Bone entró en escena fugazmente e igualmente desapareció. Parecía destinada a ser la banda más grande cunado alcanzara los reflectores definitivamente. Firmó un contrato con una discográfica grande un dio a luz su EP “Shine” como abreboca para lo que sería su álbum debut “Apple”.

Hablemos entonces de la capacidad expresiva de Andy Wood, de sus letras maravillosas y de su carisma espectacular capaz de conectar con el público como nunca antes se había visto en la escena de Seattle.

Sin practicar el áspero rock que acostumbraban sus camaradas de la ciudad se decantaban en una armonía más cercana al Hard Rock angelino sin vender un sinsentido sexual ni clichés vulgares. Nada más escuchar piezas como Stardog Champion que es un anti himno al patriotismo de una sociedad pudriéndose, Man of the Golden Words que es una carta de amor total a la catarsis de la música.

Stargazer y Chloe Dancer/Crown of Thorns son dos piezas muy sinceras y autobiográficas donde expone su alma en base a su relación trágica con su musa Xana Lafuente, la segunda especialmente trágica parece profética al revelar las consecuencias de la adicción y la pobreza contando sin tapujos como lo envolvía la oscuridad a medida que se hacía más y más difícil escapar de la heroína (el mismo ente que se llevaría más adelante a otros íconos que crecían paralelos a él pero a menor velocidad).

Andrew Wood respiró por última vez el 19 de Marzo de 1990 cuando esa oscuridad, ese pacto con el demonio, cobró su primera parte del trato. Dejó un proyecto apenas despegando pero con fuerzas suficientes para darle impulso a los demás que ya comenzaban a ver cómo los reflectores apuntaban lentamente al noroeste de los Estados Unidos. Alice In Chains tendría ese año su primer respiro ante esas luces y tres años después honraría la memoria del primer santo mártir de Seattle en su icónica Would? de su segundo álbum, también Chris Cornell lloraría esa tremenda pérdida con el mega proyecto Temple of The Dog donde Stone Gossard y Jeff Ament al fin verían sobre ellos las grandes luces al desovar de ahí la gran Pearl Jam.

Tal vez sea el espíritu de Andy Wood y su milagro producto de su sacrificio, aunque tal vez sea todo lo contrario porque la tragedia seguiría atormentando a ese grupo de jóvenes músicos se puede decir que hasta el final de los tiempos.

Continúa el artículo de la mano de Mario Flores, por ahora quedamos en las puertas de la gloria, ya 30 años después.


Por: Ralph Moreno @ralph.em